Lo que la pandemia nos dejó: las TIC en la educación
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Lo que la pandemia nos dejó: las TIC en la educación
La apropiación de la tecnología en la educación ha sido una preocupación reiterativa, pues no solo se trata de perder el miedo y aprender los aspectos técnicos, sino de poner al centro al estudiante y su autonomía.
Marai Colmenares Fajardo
Dirección de Investigación y Posgrado
Hace algunos años, cuando intentaba comprender cuál era la relación entre las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) y los procesos de enseñanza y aprendizaje, encontré en internet una TedTalk del arqueólogo español Genis Roca. En esta charla se explica cuáles fueron las tecnologías que históricamente han provocado las transformaciones sociales más importantes de la humanidad. Roca (2012) describe dos tipos de tecnologías que son hitos en la historia. En primer lugar, las tecnologías del sistema de producción, como la lítica, la domesticación de las especies, la agricultura y la industrialización. Segundo, las tecnologías de la trasmisión y generación del conocimiento, como la imprenta, los medios de comunicación masiva, la computadora y el teléfono celular. Para el autor Internet es la tecnología en la que convergen los sistemas de producción y los de generación del conocimiento. Esta unión en una sola tecnología provocará, según sus propias palabras "una trasformación disruptiva difícil de predecir".
En el ámbito educativo, los cambios que habíamos experimentado hasta antes del 2020 habían sido discontinuos, a veces lentos y en otras ocasiones acelerados, de cualquier manera, parecían insuficientes. La anhelada transformación disruptiva no llegaba. Los intentos por incorporar las TIC a la educación, si bien, fueron serios, no siempre rindieron los frutos esperados. Diversos estudios han demostrado que las razones de los relativos fracasos son de diferente naturaleza. Hay un par de estas que me gustaría señalar, porque considero que gracias a lo que sucedió durante la pandemia, quedaron atrás.
El primero tiene que ver con el prejuicio de que la tecnología no sirve para el aprendizaje; cuando en marzo del 2020 el uso de las TIC e Internet fueron las únicas opciones que tuvimos para continuar con la enseñanza, fuimos descubriendo poco a poco que hay posibilidades, aunque todavía tenemos que explorarlas. A esto se le suma el argumento de que "no era necesario reparar algo que no estaba roto"; esto tenía sentido porque la educación en el aula, cara a cara, funcionaba y muchas veces la tecnología la "entorpecía". Además, la relación entre las TIC y la educación surge en aquellos contextos en los que la distancia era insalvable, y en la que las cartas por correo, la radio y la televisión acercaron a aquellos que querían aprender y enseñar, pero que no podían coincidir en el mismo tiempo y espacio.
Pero muchas otras veces, una de las razones por las cuales las TIC no terminaban de permear en la educación, era que las prácticas no cambiaban. La centralidad en el proceso de enseñanza se podía observar cuando un profesor presentaba desde su computadora información para que esta fuera leída, copiada y repetida por el estudiante. Aun cuando el profesor había perdido el miedo al uso de la tecnología y la había resignificado como herramienta de apoyo para el aprendizaje, la constante era mantener el control, pocas veces le dimos al estudiante la opción de elegir lo que quería aprender, los medios o las formas de aprendizaje. Me pregunto si esto también sucedió durante este primer año de pandemia.
La apropiación de la tecnología en los procesos educativos ha sido una preocupación desde hace un par de décadas. No solo se trata de que los profesores perdamos miedo y aprendamos los aspectos técnicos de cada tecnología, esto no podrá ser transformación mientras no pongamos en el centro del proceso al estudiante y su autonomía, entre muchos otros aspectos esenciales del aprendizaje.
Me parece que las experiencias que como comunidad educativa hemos tenido han sido muy ricas, supimos resolver el problema de la comunicación de manera eficiente, pero nos quedan muchos retos por delante. En este breve ensayo, no pretendo agotar los retos y las propuestas que ya se han expresado en diferentes medios y por autores mucho más doctos, me parece que para ello necesitamos hacer un diagnóstico profundo de las necesidades y alcances de lo que la pandemia nos deja. Sin embargo, como un ejercicio de reflexión, quisiera expresar un par de preguntas que nos podrían orientar a pensar nuevos caminos desde la perspectiva didáctica y pedagógica.
¿Cuáles son las modalidades educativas y tipos de diseños idóneos para nuestros estudiantes? No tenemos certeza de cuándo podremos reunirnos en las aulas, si bien ya algunos lo hacen, falta tiempo para que lo hagamos todos juntos y al mismo tiempo. Tendremos que aprender a vivir entre la distancia y la presencia, lo sincrónico y asincrónico, y dar certeza de que se logrará el aprendizaje de calidad. Por lo tanto, las planeaciones y diseño de experiencias deberán poner como punto de partida los objetivos, los procesos y las competencias de aprendizaje, y a partir de allí imaginar los escenarios y las herramientas, tenemos que pensar en un ambiente híbrido en el que la flexibilidad y la mutación serán un eje distintivo. Podemos, sin duda, echar mano de los experimentos que se han gestado en otras universidades, pero no debemos dejar pasar la oportunidad de impulsar la transformación educativa.
Otra pregunta que surge es si, ¿seremos capaces de desaprender lo que sabemos o creemos saber sobre la enseñanza y el aprendizaje? Retomando lo que ya se dijo sobre la apropiación de las TIC en la educación, otra de las razones de algunos de los fracasos es que el esfuerzo de incorporación fue vertical, no surgieron de la necesidad de los actores. Ahora sabemos que las apropiaciones suceden en lo cotidiano, en el día a día y de la mano de los actores principales, es decir, por iniciativa de los profesores y los estudiantes. Lo que la pandemia nos dejó es esa necesidad de desaprender. A los docentes nos toca tomar en nuestras manos el ejercicio del diseño y de mediación en estos ambientes híbridos. Eso exige a las instituciones ofrecer espacios de formación y reflexión para el desarrollo de competencias pedagógicas, comunicativas y afectivas, disciplinares y digitales.
Hay mucho que reflexionar, sin duda, y la invitación es que nos sigamos preguntando sobre los cómo y los con quién, con suerte (y con mucho trabajo) lograremos esa transformación disruptiva que tanto hemos buscado.