De la sostenibilidad a la regeneración
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De la sostenibilidad a la regeneración
Si queremos contribuir al cuidado y regeneración de la vida del planeta y de todos los seres que lo habitamos, como universidad debemos cuestionarnos y buscar alternativas que resuelvan los grandes problemas socioambientales.
Mireya Hernández
Coordinación de Innovación, Desarrollo y Exploración Académica (CIDEA)
En las últimas décadas, la Tierra ha enfrentado cambios diversos que afectan la vida y la conectividad de los ecosistemas y que, por lo tanto, impactan en la sobrevivencia y permanencia de las distintas especies que habitamos y compartimos el planeta.
Entre los fenómenos más relevantes se encuentran el cambio climático; la emergencia de entidades novedosas (aquellas sustancias tóxicas que los humanos liberan al medio ambiente, desde metales pesados hasta productos químicos industriales, incluso organismos vivos nuevos que pueden amenazar la estabilidad de los ecosistemas); la degradación de la capa de ozono; la acidificación de los océanos; los flujos biogeoquímicos (flujo de los distintos elementos químicos en los suelos, la atmósfera, la hidrósfera y la biósfera); la crisis hídrica, el cambio del suelo; la emisión de aerosoles a la atmósfera; y la pérdida de la biodiversidad.
Los sistemas masivos de producción y consumo, los movimientos migratorios y la concentración de la población en zonas urbanas, son algunos de los principales fenómenos que han contribuido a la explotación irracional de los recursos naturales del planeta, como si estos fueran ilimitados.
A la par de estos fenómenos han emergido distintos enfoques, políticas y tecnologías que tienen el propósito de regular y controlar los sistemas de producción, el manejo de desechos y residuos, la conservación de áreas y recursos naturales, etc. Sin embargo, pareciera que estas regulaciones no son suficientes, pues si bien las políticas y los marcos regulatorios internacionales han sido un gran logro, parece no haber los mecanismos suficientes para garantizar su aplicación y para sancionar a quienes los infringen.
Desde hace décadas que ha empezado a hablarse de la sustentabilidad y la sostenibilidad en distintas áreas y esferas de la vida económica, cultural y social; sin embargo, desde la perspectiva de los especialistas, centrar los esfuerzos en sostener o preservar lo existente ya no alcanza para revertir la degradación que ha sufrido el planeta, tampoco para garantizar la sobrevivencia de las especies y de los ecosistemas a largo plazo.
Aún con la emergencia de diversos enfoques de producción y consumo, basados en el desarrollo tecnológico "verde", son muchos los cuestionamientos que se hacen a estas alternativas de solución. Por una parte, muchas de estas tecnologías son de élite y siguen ensanchando la brecha de desigualdad en el acceso a mejores servicios y condiciones de vida. Por otra parte, constituyen en sí mismas nuevas formas de degradación de los sistemas vivos. Si bien suponen un cambio en los modos de producción y en los hábitos de vida y de consumo, los cuales constituyen un avance culturalmente hablando, poco impactarán realistamente, en la resolución de los grandes problemas ambientales. ¿Cuáles son entonces las alternativas?
De entre los diversos enfoques que han surgido en este terreno, está el del desarrollo regenerativo, que tiene como eje y centro la autoregeneración de los ecosistemas. No se trata sólo de lograr que lo que ahora tenemos se conserve, sino de generar condiciones a nivel político, económico, social y cultural que contribuyan a que los ecosistemas recuperen su punto de equilibrio, es decir, que vuelvan a ser capaces de regenerarse a sí mismos de manera cíclica y continua.
Avanzar hacia el desarrollo regenerativo implica un cambio radical de mentalidad y de la manera en que los seres humanos hemos entablado nuestra relación con la naturaleza y con los recursos que provee. Movernos de la perspectiva antropocéntrica en la que hemos crecido como sociedad hacia una mirada y un modo de convivir que geste relaciones de mayor simetría entre los distintos seres y elementos que somos parte del planeta.
Implica, en consecuencia, un cambio en nuestros sistemas económicos y políticos, un imprescindible abordaje ecosistémico de la realidad, de los problemas y de las soluciones en todos los sentidos y niveles. Más específicamente, avanzar hacia esquemas regenerativos de vida y desarrollo involucra:
- Una visión centrada en los servicios ambientales. Es necesario que dejemos de pensar en los problemas ambientales y empecemos a poner sobre la mesa la dimensión socioambiental de los problemas que enfrentamos. Un problema ambiental no está aislado, está estrechamente vinculado con las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales de las comunidades o regiones en las que ese problema se presenta. Los ecosistemas no solamente ofrecen un servicio natural, sino que involucran un conjunto de servicios de diversa índole que es necesario visibilizar, rescatar, valorar e impulsar para mejorar la calidad de vida y gestar sistemas interrelacionados de bienestar.
- Una incidencia que coloque al centro la conectividad biológica de los ecosistemas. La manera fragmentada en la que en ocasiones abordamos y enfrentamos los problemas, nos aleja de entender la forma en que los sistemas vivos están interconectados y de enfrentar los problemas ambientales desde esta visión de interdependencia. Visibilizar, comprender, respetar y restaurar la conectividad biológica, parece ser una de las claves para la regeneración de los sistemas vivos.
- Sistemas de producción y consumo con tecnologías apropiadas. Si bien en este momento hay un gran auge tecnológico con énfasis en el ahorro de energía y el mejor aprovechamiento de los recursos naturales, cabe preguntarse qué tanto un sistema que sigue apostando por la producción y el consumo masivo y globalizado es lo que resolverá los problemas ambientales a nivel regional y local, y principalmente, desde una visión regenerativa. Aún cuando las tecnologías mejoren el aprovechamiento de los recursos naturales, podemos estar cayendo nuevamente en la trampa de seguir haciendo un uso indiscriminado de recursos. En contraposición, están emergiendo enfoques como el de la agroecología o la soberanía alimentaria, cuyo fin es un cuidado y uso equilibrado de los recursos naturales, con énfasis en el desarrollo y fortalecimiento cultural y en la generación de bienestar a nivel local y regional.
Frente a esto, ¿qué nos toca hacer como universidad? ¿De qué manera una estructura curricular atomizada por materias que fragmentan disciplinas, conocimientos y campos profesionales nos acerca o nos aleja de una comprensión ecosistémica de la realidad? ¿Nuestras experiencias de formación y de producción de conocimiento realmente nos están preparando para enfrentar el mundo que habitamos, para cuidarlo y para convivir de una mejor manera con quienes y con lo que nos rodea? ¿De qué manera podemos aprender a amar, valorar y cuidar la vida, los sistemas naturales y a los seres vivos en su diversidad?
Estas son preguntas que necesariamente tenemos que hacernos como universidad, si genuinamente queremos contribuir a un mejor entendimiento, cuidado y regeneración de la vida del planeta y de todos los seres que lo habitamos.