¿Inercia o transformación? El futuro de la educación superior
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¿Inercia o transformación? El futuro de la educación superior
Ante el desconocimiento de los efectos permanentes de la pandemia en la educación queda claro que la capacidad de las universidades para autotransformarse será la clave para hacer frente a las revoluciones del conocimiento, del empleo en las economías del conocimiento y el gran el salto a lo digital.
Miguel Bazdresch Parada
Coordinación de Innovación, Desarrollo y Experimentación Académica (CIDEA)
Reflexionar sobre el futuro de la educación en el contexto de la pandemia por la covid-19 puede considerarse una distracción innecesaria. Sin embargo, ha sido este contexto de drástica reducción de las actividades educativas y de la vida pública cotidiana en el cual hemos hecho conscientes situaciones y características de la educación que suscitan legítimas preguntas por su pertinencia social. Esa reflexión articulada con las tendencias mundiales observadas en años recientes permite reconocer el reto central de la educación en general, y de la educación universitaria en particular: ¿inercia o transformación?
Los efectos permanentes de la pandemia en la educación en general y en las universidades aún están por afirmarse pues todavía no conocemos cómo será el contexto económico, social y político una vez erradicada la crisis. Hay supuestos y proyecciones, sin embargo, hemos de llegar al final para tener un suelo firme sobre el cual verificar los hechos.
Investigaciones recientes identifican las tendencias globales en el mundo, sobre todo occidental, y las agrupan en siete temas. Cada una causa o causará pronto una afectación a la educación y a la educación superior en particular. A fin de ilustrar a qué se enfrenta la universidad hoy, en vistas del futuro cercano, haremos un repaso breve a tres de las siete tendencias.
Consideremos primero la revolución del conocimiento. Hoy el conocimiento no está confinado en la universidad. Los gobiernos y los grandes grupos industriales financian la investigación y aplicación de los conocimientos de su interés, lo cual ha producido la multiplicación y la rapidez en el incremento de estos. Los estudios afirman que, en promedio, el conocimiento humano se duplica cada trece meses. Esta realidad tampoco sería posible sin la incorporación a la educación superior y a la investigación de la interdisciplina y el pensamiento complejo. ¿Está preparada la universidad para suplir los actuales currículos centrados en contenidos segmentados por un proceso de aprendizaje creativo, interdisciplinar, centrado en nuevas ideas y nuevos retos, y al mismo tiempo contribuir a la formación de la personalidad? Es grave pensar una universidad en la cual se ofrezcan conocimientos y habilidades obsoletas.
La revolución digital es una tendencia cuyas características afectan de modo importante a la educación universitaria. Desde luego, esta cuestión va mucho más allá de la impartición de cursos en línea. La pandemia aceleró esa modalidad y en alguna forma aseguró la continuidad de alternativas cada vez mejor dirigidas a los diferentes intereses individuales y de las corporaciones, con mejoras en la accesibilidad y apoyada en múltiples apoyos pedagógicos. La pregunta inmediata es: ¿La actual universidad de campus, edificios y aulas, clases magisteriales, calendarios, horarios y laboratorios tradicionales, será viable? La revolución digital provee los recursos para una educación en línea permanente y organizada de manera que cada persona decida los aprendizajes de su interés, con oferta amplia, interdisciplinar, interinstitucional e incluso internacional. Articulada en redes de conocimiento con investigadores y profesores del primer nivel, y cuyo aprendizaje será valorado por los empleadores a la hora de la contratación, y, asimismo, por el surgimiento de proyectos imaginados por grupos de egresados innovadores en formato de "empresas por gusto o por encargo y con duración de tiempo determinado" ligadas a las demandas de la economía nacional y global.
La tercera tendencia a considerar aquí es la revolución del empleo en las economías del conocimiento. En términos globales el mundo laboral ha cambiado de manera brutal, y la pandemia ha puesto en evidencia esa realidad y la obsolescencia del formato actual. Hoy en nuestro país, y en otros también, podemos observar cómo la especialización excesiva no fue capaz de proveer personas con la capacidad de enfrentar de manera interdisciplinar la pandemia. ¿Es un problema de salud únicamente o es un problema de múltiples áreas de la vida cotidiana y debe atenderse desde múltiples disciplinas, articuladas y no por su lado cada una?
El contexto de la pandemia muestra la necesidad de profesionales con habilidades generales, jerárquicas e intercambiables para trabajar en colaboración horizontal, con datos, con aplicación de nuevas competencias necesarias ante problemas complejos, sea en la empresa, en el gobierno, ante las situaciones críticas, y en educación. Así, ¿la universidad puede "migrar" de una formación para "saber mucho de poco" hacia "saber cómo aportar su conocimiento y, en colaboración con otros, saber mucho de mucho"? Los trabajos del futuro demandarán ese segundo saber.
La capacidad de la universidad para autotransformarse es la clave. No será fácil. Lo será si se emprende en colaboración con otras instituciones, a la velocidad propia y con el acuerdo, participación y colaboración de sus miembros directivos, académicos, estudiantes y administradores. La pandemia es un signo de los tiempos demandantes de posturas congruentes ante el mensaje. No hay duda. La respuesta al dilema es "transformarse".1
1 Este texto es deudor del artículo de Otto Granados Roldán, actual presidente del Consejo Asesor de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), titulado "¿Cómo será la educación en 2030? Reflexiones sobre la educación superior en América Latina y el Caribe" publicado en el libro La educación del mañana: ¿Inercia o Transformación?, coordinado por él mismo y editado por la OEI en octubre del 2020. Las afirmaciones del texto son responsabilidad del autor.
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