Zoom, Teams y otros asuntos más importantes
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Zoom, Teams y otros asuntos más importantes
“Ahora que vemos de lejos la presencialidad y estamos inmersos en la virtualidad, ahora que la pandemia nos cambió la perspectiva, podemos ver cosas nuevas que se han empezado a volver cotidianas”. Jorge Narro, profesor numerario y recién jubilado, reflexiona sobre el reto de innovar y reinventar las posibilidades de la educación, la investigación y el trabajo a distancia
Mtro. Jorge Narro Monroy
Profesor del Departamento de Formación Humana
Frente a la pandemia de Covid-19, ¿sobre qué temas debíamos detenernos a reflexionar las universidades mexicanas y, en particular, el ITESO?
La primera respuesta es —me parece— obvia. Obvia porque la irrupción del nuevo virus nos colocó frente a una serie de evidentes y, encima, ineludibles desafíos. El hecho de que el SARS-CoV-2 nos sacara abruptamente del trabajo presencial y nos lanzara de cuerpo entero al virtual nos obligó a tomar, primero, medidas de emergencia —muchas de ellas provisionales e incluso improvisadas— y después a repensar los medios para realizar nuestra tarea educativa.
Respecto de éstos (los medios) podemos hacernos preguntas más o menos simples y superficiales, de corto plazo que conjuren rápidamente la incertidumbre —pedagógica pero también financiera—, que nos permitan crear nuevas rutinas o preguntas sin respuestas fáciles.
“¿Cuál es la mejor plataforma para el trabajo en línea?” es un ejemplo de las interrogantes más simples. O, “¿cuál es la herramienta más adecuada para las video charlas?”. El asunto es serio, urgente incluso, y las preguntas pertinentes. Pero se refieren sólo a herramientas para salvar la emergencia.
Hay que hacérnoslas, pero también otras que miren más lejos: a los escenarios. Podemos, por ejemplo, volver —una vez más— a mirar y pensar (las circunstancias nunca habían sido tan propicias) la educación presencial respecto de la educación en línea y a la inversa. Hasta mediados de marzo pasado, charlábamos sobre la segunda (reducida básicamente a la docencia) como una muy prometedora posibilidad o como una acechante amenaza. Ahora que vemos de lejos la presencialidad y estamos inmersos en la virtualidad, ahora que la pandemia nos cambió la perspectiva, podemos ver cosas nuevas, factuales, que se han empezado a volver cotidianas…
En materia de modos (medios y escenarios) el reto es innovar. No suponer que la clave es la herramienta ni, mucho menos, empeñarnos en trasladar el aula a la pantalla. No poner en suspenso la vinculación (otra función universitaria), ni dar por hecho que se puede reducir a una suerte de consultoría por internet. No paralizar la investigación dada la dificultad para el trabajo de campo, ni limitarse a la indagación bibliográfica. No dar por sentado que el trabajo a distancia sólo es útil cuando el presencial es imposible o que el presencial es, por sí mismo, más fructífero que el otro.
Es indispensable innovar también en las posibilidades de la educación presencial. Dicen que las cosas se aprecian cuando se pierden. Pues bien: reinventemos el trabajo presencial ahora que lo vemos de lejos.
Junto con los temas relativos a los modos, se nos presentan, con mayor contundencia y urgencia que antes, los relativos a los propósitos de nuestro quehacer educativo…
La pobreza no es nueva. Pero la pandemia la ha hecho más evidente: el rostro de la Covid es el de una persona pobre. 80 por ciento de las y los mexicanos, calculaba no hace mucho Julio Boltvinik, investigador de El Colegio de México.
¿En qué mundo y para qué mundo queremos hacer educación? ¿En el mundo de y para los privilegiados, los que difícilmente se infectan a menos que lo deseen? ¿El mundo de los que pueden hacer home working o home studying, de los que tienen ingresos, salarios y prestaciones seguros? ¿El mundo de los sanos, de las y los que acuden a los servicios privados de salud y al gym?
Por último: la Covid 19 no sólo es una enfermedad. También es un asunto político y, por tanto, una narrativa en disputa. “La verdad os hará libres”, dice el Evangelio y también el lema de la Universidad Iberoamericana, nuestra hermana. Colaborar en su construcción, reivindicando la ciencia frente a los intereses sectarios —por ejemplo— es otro desafío. Optar por Pasteur o Marie Curie cuando Trump o Bolsonaro vociferan y muestran el puño es una obligación moral.