El cambio de “ir despacio”
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El cambio de “ir despacio”
La vida contemporánea está signada por la velocidad. En la universidad, al inicio de un año, nos atormenta la falta de tiempo. “Ir despacio” es un movimiento que invita a bajar el ritmo.
Dra. Ana María Vázquez
Directora del Departamento de Estudios Sociopolíticos y Jurídicos (DSOJ)
En la Universidad vivimos a ritmos acelerados; sus estudiantes, docentes, directivos y trabajadores traen consigo preocupaciones y demandas de la vida cotidiana que, a falta de mediación, acaban poco a poco con los espacios de tranquilidad. En especial, al inicio de un semestre o año nos encontramos con numerosos retos disciplinares, profesionales, tecnológicos, contextuales y convivenciales. Así, en pocas semanas los espacios se llenan de agotamiento y desesperanza, y nos atormenta la falta de tiempo. “Ir despacio” es un movimiento que invita a bajar el ritmo. Su uso en espacios de aprendizaje y conocimiento nos remite a la Lectio Divina (práctica cristiana de lectura y oración). Esta corriente tiene expresiones en la educación, el arte, la economía, el diseño y la gastronomía, entre otros. Ir más despacio es una destreza que supone constancia, atención, sentimiento y reflexión y se traduce en un modo de hacer distinto. El resultado es una apropiación del propio tiempo, nos permite mirar, dialogar, cambiar nuestras prácticas y recuperar el propósito de nuestro quehacer. En lo educativo, “ir despacio” se traduce en capacidades formidables para la transformación y la innovación orientadas a atender problemas complejos. No se puede producir algo nuevo sin el tiempo para que surjan ideas de regeneración. Así, transformar el conocimiento y transformarnos por él, requiere pausa y algo de renuncia a los hábitos cotidianos que se nos imponen. Esta prometedora “descarga del ritmo” se aleja de la competencia y la métrica de los resultados; recupera la educación humanista y procura una conversación potenciando la acción educativa colectiva. En la Universidad, nos lleva a reformar a la institución desde dentro y cambiar su sistema; a hacer menos pero mejor. Nos obliga a reelaborar nuestras nociones culturales y las relaciones de poder –vinculadas a la diversidad, el género, la exclusión– y a escuchar lo que estudiantes y profesores tienen que decir sobre estos cambios fundamentales. Si vamos con calma le damos vida a la universidad, y la mantenemos humana y acorde a las necesidades de nuestros tiempos. Este número convoca colaboraciones para pensar los tiempos de cambio que requieren priorizar espacios para pensar y analizar más profundamente permitiendo una mejor comprensión de los textos, los temas, asuntos o los procesos. Con frecuencia esos cambios se acompañan de desarrollos tecnológicos y metodológicos que pueden y deben apoyar la reflexión,la práctica y la interacción más que la eficiencia. Ir despacio es una forma de resistir y contrarrestar la celebración del trabajo excesivo y el estudio a deshoras, o la negación de los cambios en la vida asociados a la edad, el cansancio, la depresión o el cuidado de la familia. Un movimiento lento que invita a sumergirse en la comunidad y en las redes para lograr intercambios libres, combatir el aislamiento y llenar los espacios universitarios para aprender colectivamente. Este año y semestre propongámonos cambiar cómo nos vemos y trabajamos, a hacerlo con más pausa y reflexión para escuchar a quienes viven en desesperanza, agotamiento o pesar, y lograr el disfrute y fortuna de conocer y aprender en conjunto.
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